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Ser mujer después de ser madre

Ser mamá es vivir en un proceso permanente de adaptación, de conocer a tu cría y ajustarse a las necesidades y demandas cambiantes que se presentan durante todo el desarrollo. Al mismo tiempo, te vas (re)conociendo a ti misma en ese viaje de ires y venires, acomodándote a la nueva identidad que se expande en el proceso de cuidar y querer a otro. 

Cuando recién te conviertes en madre, el nuevo rol ocupa todo el espacio. Durante la gestación tu cerebro vivió, igual que en la adolescencia, una poda sináptica que lo convirtió en un especialista en los cuidados del recién nacido. Por esto, el foco de la nueva madre es atender las necesidades de su bebé; prioriza los cuidados de su cría monitoreando permanentemente el bienestar de su bebé. La sensibilidad materna aparece en todo su esplendor y la madre aprende rápidamente a identificar los llantos de la cría, sintoniza sus ritmos con los de su bebé, identifica las señales de su cría; lo que permite que pueda actuar oportunamente en la gratificación de esas necesidades. El vínculo mamá-bebé se va desarrollando así, con el bebé expresando necesidades, lo que activa la respuesta materna.

Esta danza entre ambos hace que el universo se circunscriba casi únicamente a ellos dos. Y aunque para muchas mujeres es una experiencia transformadora, mágica, placentera y sublime; pueden reconocer otras emociones y vivencias emocionales en este mismo período. Y es que la ambivalencia es parte de la experiencia materna, y en medio del amor que sienten por su cría, muchas veces coexiste una sensación de estar perdidas de sí misma. Es común, para muchas mujeres, sentir que son una persona diferente, que no se reconocen, que extrañan a la que eran antes de ser mamás. Ya no identifican con tanta facilidad las propias necesidades. Es común sentirse confundidas y desorientadas. A veces la vivencia de la mujer madre es que de pronto es sólo madre, ¿dónde quedo la mujer que era?

Y entonces, conforme pasa el tiempo y con unas buenas redes de apoyo sosteniendo los procesos vitales de la madre, ella empieza poco a poco a hacer espacio para sí misma, a (re)encontrarse con otras partes de sí que parecieron quedar en pausa en algún momento con la llegada de la cría. La madre empieza a conectar con la mujer que habita en ella y eso abre un mundo de posibilidades a su estar en el mundo. Conectar de nuevo consigo misma, luego de ser madre, es una experiencia que tiene, para muchas mujeres, otra dimensión. Hay una nueva forma de entender las relaciones humanas, el trabajo, lo doméstico, la relación con ella misma. Hay una nueva forma de verlo todo.

Por eso, prestar atención a los propios sentires y a los procesos que se están viviendo. Dejar de escuchar afuera para escuchar adentro, resulta muy importante. El detenerse y revisar este transitar de reconocerse como madre y reconocerse como mujer es un viaje en sí mismo. El cambio es una constante y, ciertamente ya no somos las mismas de antes, pero esta capacidad de integrar nos permite también distinguir y unir. Ser madre y ser mujer son espacios intersubjetivos compatibles.

 

Cariños,

Bárbara Riveros P.

Mamá, Psicóloga Perinatal y Asesora de Lactancia

@crianzacompartida

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